viernes, 19 de octubre de 2012

¿Quién jaquea la democracia?



El Senado de nuestra República termina con el proceso de aprobación sobre la llamada Ley del aborto, una vez concluido el proceso democrático por parte del Legislativo, se manifiesta, ello por parte de los votantes minoritarios, que se realizarían acciones a los efectos de revertir lo aprobado.
Se sugiere plebiscitar para volver atrás y mantener lo originado hace bastante tiempo (ley 9.763),  bajo la dictadura de Terra e incluso se ve por TV grupos movilizados contra lo democráticamente ejecutado. Es interesante ver en esos grupos a miembros de la institución Iglesia Católica Apostólica Romana participando en ese revertir decisiones emanadas del sistema democrático.
Es verdad que el realizar plebiscitos es legal, constitucional, pero no es ético ni moral el usar dicho recurso cada vez que no me sirve algún dictamen producto de una acción democrática y con ello tratar de revertir decisiones tomadas por órganos de gobierno elegidos libremente. Órganos constituidos por representantes que la ciudadanía delegó su participación en las decisiones legislativas. Si bien “…la autoridad cesa en vuestra presencia”, no es ni ético ni moral el transformar en adorno al Poder Legislativo y transformar en plebiscitaria nuestra forma de gobierno, ya que no es el espíritu de nuestra Constitución y el mal uso de los “poderes”, aún el poder del Ciudadano, no aporta a la democracia sino todo lo contrario.
Me viene a mi mente situaciones muy peculiares como ser actitudes de un tal Adolf Hitler que promoviendo continuos plebiscitos (por cualquier motivo), escaló en popularidad y canalizando otros descontentos populares llevó al resto de la sociedad a situaciones nada agradables. Tampoco puede ser casualidad que la Ley recientemente modificada en democracia, fuera producto de una dictadura y justamente en el año 1938. Tampoco puede ser tan casual que representantes de la institución Iglesia Católica Apostólica Romana, quienes obedecen a un monarca de un Estado independiente como lo es el Estado de la Ciudad del Vaticano, que éste obtuvo su estatus como tal gracias a un tal Benito Mussolini, que ejerciendo su poder dictatorial regala al papado territorio y dinero de los ciudadanos italianos, ello a los efectos de que se cree un Estado pontificio. Nada casual y más reciente, que el propio monarca de turno en su doble función (o no tan doble), bendijera a un tal Pinochet en su función de dictador chileno, como también a otros dictadores, argentinos y uruguayos (nada casual…). Nada casual y actual, que basado en nuestra estructura legal institucional exoneran obligaciones económicas y obtienen subsidios, pagos éstos salidos del bolsillo de los ciudadanos uruguayos.
Si bien está correcto la autodeterminación de los estados, este Estado de la Ciudad del Vaticano es una monarquía, cosa reñida con la democracia, donde se centra en el monarca los poderes ejecutivos, legislativos y judiciales e incluso dicho monarca tiene por decreto su infalibilidad. Monarca elegido por las autoridades de la institución Iglesia Católica Apostólica Romana (decisión sólo de cúpula) y pasando el monarca, a ser jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano y de de la institución religiosa la cual usa como brazo ejecutor de sus intereses. Aclaro que no creo que “sus intereses” sean estrictamente el violar niños en los colegios, como todos vemos denuncias y comprobaciones frecuentemente, ni el estafar con bancos en reiteradas oportunidades, cosa que nuestra República padeció varias veces o bendecir cuanto dictador y violador de los Derechos Humanos ande en la vuelta.
En esa misma autodeterminación de los pueblos, es que también parece correcto que el Estado de la Ciudad del Vaticano no intervenga, ello por medio de su brazo ejecutor (institución religiosa), en nuestro sistema democrático y sus decisiones tomadas en ese mismo marco democrático. Debemos preguntarnos qué autoridad moral tiene ese Estado en intervenir en nuestras decisiones, qué autoridad moral tiene ese Estado en mandar a sus “pichichos” a ladrar ante nuestros tobillos, descartado está que esos “pichichos” como todo pichicho, no tienen ni autoridad, ni moral.
Ante estos hechos puntuales, debemos preguntarnos quienes son los que jaquean la democracia, quienes son los que jaquean nuestro estilo de vida, quines jaquean nuestras tradiciones como colectivo, quines jaquean nuestra tranquilidad sentimental y equilibrio social. Acaso son las barras bravas de tal o cual cuadro, los menores infractores, los que ajustan cuentas, el narco-tráfico o quizás la pasta base? Estos problemas, con un Ministerio del Interior adecuado y ajustes menores ellos pueden ser solucionados. Pero no será un Estado extranjero que ni siquiera se ajusta a las convenciones internacionales, quien peor socava impunemente nuestros cimientos con mercenarios (pichichos), interviniendo con su multinacional religiosa, con su sistema bancario internacional, amenazando a legisladores quienes ejercen su responsabilidad como tal, tratando de influir en sus decisiones con sentencias medievales? Este es un flagelo que hay que desterrar, estos estados extranjeros imperialistas, que intentan implantar ideas foráneas en nuestra República, flagelo que debemos desterrar.

por José Luis Mostarda
publicado en www.facebook.com/joseluis.mostardasangiovanni 

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